viernes, 8 de febrero de 2008

El dibujo en Extremo Oriente: China y Japón



A China le debemos el descubrimiento del papel con todas sus consecuencias. Este importante hallazgo se remonta al año 105 en la época Han. A la sazón se estableció entonces una estrecha relación entre el grafismo caligráfico y el dibujo, de tal manera que se decía que “una pintura es una poesía sin palabras” y se escribían poesías y frases con paisajes pintados como fondo(1).
Pintura, dibujo y escritura no ofrecen distinción en el arte chino. Los artistas empleaban para escribir los mismosmateriales que para pintar: como soporte, seda o papel en rollos verticales (kakemonos) o para extender en el suelo (makimonos), como medio, la tinta y como instrumento, el pincel. Ellos consideraban que en la tinta estaban todos los colores, aunque también solían utilizar la acuarela para colorear.
Hay dos tendencias en los dibujos: la primera es la perspectiva lineal que dibuja los contornos y las formas interiores sobre fondo blanco, donde las imágenes son rellenadas con colores planos, sin sombras ni volúmenes y la segunda donde se resuelve el dibujo con tonos, no con líneas y se finge profundidad merced a la degradación de tintas.
En general los chinos prefieren las superficies planas al volumen que produciría el claroscuro; tampoco gustan de la sombra proyectada de los cuerpos como creadora de espacio.
Del florecimiento que alcanzó el dibujo-pintura en China, así como del interés que despertaba, puede darnos una idea el que un emperador, a fines del sigloXI, fundase una especie de Academia imperial e hiciese redactar un catálogo de su pinacoteca en el que figuraban más de seis mil pinturas y más de doscientos nombres de artistas. Aparecen registrados en el mismo numerosos temas: asuntos religiosos, hombres, edificios, gentes extranjeras, dragones y peces, pájaros, insectos, animales diversos y flores, cañaverales de bambú, hierbas y paisajes.
Desde la época más antigua, el artista chino representó la figura humana en todas las actitudes y posiciones así como el paisaje por el que mostraba una especial predilección. Ya bajo la dinastía Tang, éste fue adquiriendo cada vez más importancia; la perspectiva no era sentida con sus puntos de fuga sino como la lejanía producida por la neblina que, además, sugería el “chi” o aliento vital que anima la naturaleza. Se superponían puntos de vista diferente. Inspirado en el paisaje montañoso de China, en sus neblinas y cascadas, el pintor acabó creando un espacio convencional y escribiendo tratados como el Manual de la pintura del jardín de la semilla mostaza de 1679 donde se ofrecen esquemas de paisajes y de formas típicas de árboles, rocas, montes, cataratas, etc.
Además de la gran importancia que el simbolismo de los animales fantásticos representaba para el chino, éste se interesaba también por símbolos de otros temas que suelen aparecer en sus pinturas y en sus artes decorativas como: el bambú que le hacía pensar en el que cultivaba su inteligencia -se dobla pero no se quiebra- el pino nudoso en el espíritu inconquistable de la vejez; las nubes del paisaje le hacían sentir el espíritu cósmico que anima las cosas; el melocotón le evocaba la inmortalidad; la pareja de aves la felicidad matrimonial etc.
Cuando los mongoles conquistaron China y se establecieron en Pekín (el Pekín que conoció Marco Polo) fue realizada toda una serie de pinturas donde se celebraban sus hazañas guerreras. Como contrapartida, un grupo de artistas, los Individualistas, desarrollaba una corriente que nos recuerda a nuestro manierismo, con el abandono del gusto imperante, de manera que la pinturaexprese el mundo del autor.
La pintura-dibujo japonesa siguió un curso similar a la china hasta el siglo X cuando Japón rompió sus relaciones con el continente y empezó a manifestarse con personalidad propia y a representar sus temas: legendarios, caballerescos, poéticos, satíricos y aun caricaturescos, los de la vida cortesana y cenobítica; temas japoneses como la flor del ciruelo y la del cerezo, para el japonés, símbolo de la belleza de las cosas.

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