sábado, 9 de febrero de 2008

Aunque, por lo general, no hay aprendizaje sin motivación, a los que nos gusta enseñar olvidamos con frecuencia incidir en este aspecto. Es probable que el propio gusto personal por lo que enseñamos nos impida pensar que muchos alumnos no encuentran la motivación intrínseca que para nosotros es tan evidente. Sin embargo, también es verdad que el entusiasmo del profesor por su asignatura incide positivamente en la respuesta de los alumnos.
Otro de los objetivos que nos pueden ayudar como herramienta es hacer comprender a los alumnos la necesidad de un conocimiento profundo y exacto de la disciplina.
En un momento en el que los medios de comunicación social ponen el mundo a nuestro alcance, creemos que se ha llegado a una actitud poco deseable que desemboca en la creencia de que sabemos de todo porque todo nos es familiar. Y aquella incitante sensación de curiosidad por lo desconocido se ha ido desvaneciendo en el niño y en el adulto. Por ello, este objetivo pretenderá demostrar que no sabemos porque conocemos superficialmente. Demostrar también que el profesor no lo sabe todo y que esta constatación le congratula porque le permite seguir aprendiendo. Situándonos así con cierta perplejidad ante la increíble riqueza del descubrimiento, podremos llegar a comprender que no conocemos y que el conocimiento tiene tal cantidad de matices y enfoques que siempre puede ofrecernos problemas nuevos.

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